La casa donde vive Javier Marías, en el centro histórico de Madrid, tiene un aire de viejo caserón. Es un lugar con muchos muebles de madera, atestado de libros antiguos y soldaditos de plomo que, como si tuvieran vida propia, van invadiendo todos los rincones de la vivienda, desde el lavabo hasta el dormitorio. En el pasillo de entrada, se diría que un terremoto ha provocado una inclinación de varios centenares de volúmenes, que se extienden junto a una pared diáfana como si estuvieran a punto de caerse, luciendo un efecto parecido al de la torre de Pisa.
“Es un amontonamiento absurdo, los tengo que bajar al piso de abajo...”, dice el escritor, que recibe al Magazine para hablar de Los enamoramientos (Alfaguara), su nueva novela, que se pone a la venta a mediados de la próxima semana y en la que una mujer que trabaja en una editorial y que observa cada día a una pareja de enamorados va a verse envuelta, sin pretenderlo, en la historia de ambos. La conversación con Marías es a veces interrumpida por los silbidos del fax, un artilugio que, en este contexto, parece de la época de sus diminutos guerreros napoleónicos.
¿Esta novela trata de lo que indica su título, de los enamoramientos?
Quizá no sólo, pero indudablemente ese es uno de los asuntos. El enamoramiento, que no es sólo un proceso, como se dice, sino también un estado. Se tiende a confundir: se dice que es el proceso del encantamiento, del alelamiento, y no. Hay personas que llevan años juntas, diez, quince o los que sean, y tienen una profunda conciencia de estar enamoradas. No es que quieran mucho a la otra persona, que le tengan cariño, es que sin ella no pueden vivir, es un estado duradero y no un simple proceso. Esa persona los debilita, se deshacen ante ella, se lo toleran todo. Sienten verdadera debilidad, algo que les impide ser objetivos, ese algo que nos desarma a perpetuidad.
¿Algo bueno y malo a la vez?Esta novela es pesimista y sombría, aunque el asunto anunciado en el título, en principio, sugeriría lo contrario, al ser algo que la gente celebra y ansía, todo el mundo quiere probarlo, incluso los muy jóvenes, a pesar de que no tienen referencias directas de ello. Es algo bueno, nos hace ver la vida más armónicamente, ser más generosos. Bajo ese estado, se puede llegar a hacer cosas muy nobles. Pero he comprobado a lo largo de mi vida, en mi propia piel y como observador, que puede suceder lo contrario: el estado de enamoramiento justifica grandes vilezas. He visto a personas de carácter bondadoso convertirse en seres ruines y feroces, sin ninguna piedad, para defender su amor o por alcanzarlo. En la novela se encuentra uno con seres que viven ese trance y que por ello dejan pasar cosas que serían en verdad imperdonables, incluso pueden llegar a comportarse como criminales... Ese envilecimiento también existe, y la gente encima lo comprende: “Es que la quería tanto que no sabía lo que hacía”.
No es una visión romántica.
Los dos enamoramientos principales que aparecen en la obra no aspiran a mucho, por así decir. Son un poco derrotados, de alguien que sabe que eso no va a ir a ninguna parte, que solamente va a llegar a donde ha llegado ya, y que está conforme. No podemos pretender ser los primeros ni los preferidos, sólo somos lo que está disponible y que pasaba por allí. A la vez, con eso poco noble es con lo que se erigen los grandes amores. Todos venimos de ahí, de los descartes, los fracasos y las timideces ajenas. Todo el mundo siente el propio enamoramiento como algo
escogido, la gente tiene la fantasía de que el destino le ha unido a tal persona o a tal otra. Es muy ingenuo. En el fondo, hay un elemento tan azaroso que uno acaba estando con las personas que se cruzan en su camino. Es como un sorteo: a ver, ¿quién ha quedado libre por aquí y que esté cerca de mí? Yo he acertado a pasar por aquí en este momento y me ha tocado.
También el tesón puede tener su recompensa...
Claro, a veces es que alguien nos ha conquistado, nos ha anexionado a base de insistencia o de engaño. Cuántas veces no se lleva uno desagradables sorpresas. Aquella persona que parecía tan interesada por las cosas de las que uno hablaba, pero que luego descubres que en realidad no le interesan nada, que todo era parte de una estrategia o artimaña, o de un entusiasmo inicial que al poco se desvanece.
¿Seguro que es un libro pesimista? No parece una experiencia del todo negativa.
Lo veo pesimista porque refleja cómo va siendo el mundo y la gente cada vez más.
¿Cómo?
Cada vez está más dispuesta a dejar pasar las cosas, por enamoramiento, por pereza, por indiferencia o por sobreabundancia de cosas que quedan impunes. Hay cosas tan graves, que hacen que uno piense: por qué me voy a molestar yo en intentar buscar justicia para un hecho menor o pequeño. Si la justicia no puede esclarecer más que un 3% de los asesinatos de México, de la guerra contra el narco, ¿qué más da un crimen más, del que yo he tenido conocimiento? Hay un momento en que la sociedad puede perder la idea de justicia, ese es el ambiente que reflejo, esa actitud de dejar pasar.
¿Qué tienen que ver la pereza y el amor?
Para establecer una relación hay que conocer a otro, contarle la vida a alguien, dejarse cortejar, estimular, mostrar la mejor cara, dar un paso y luego otro y otro, en un proceso que a cierta edad tiene algo inevitablemente de repetitivo y ya probado.
Se habla también de la espera, que alimenta el deseo...
Cuando uno desea algo largo tiempo, resulta difícil dejar de quererlo. La espera nutre y potencia el deseo, porque cuesta reconocer que hemos malgastado años aguardando una señal que cuando por fin se produce ya no nos tienta. No es demasiado raro que uno se instale ahí y viva con confortabilidad en esa espera y que el cumplimiento de aquello deseado nos suponga un verdadero engorro y un trastocamiento de nuestra estabilidad. Uno se permite desear vehementemente aquello que sabe que no se puede dar.
En el libro también se reflexiona sobre los amantes en parejas ya establecidas...
Cuántas veces dos amantes no terminan su historia adúltera cuando el que está casado se separa o queda viudo. A veces las historias simultáneas no pueden existir la una sin la otra. También lo he observado. Uno puede desear poder estar del todo con alguien, y una vez que se le ofrece la posibilidad, pues resulta que no, que necesitaba que hubiera otra pata de la mesa. En los enamoramientos hay mucha mitificación, es un sentimiento que muchas veces sirve de coartada, de disfraz, para la cobardía.
El amor está muy presente en sus otras novelas, pero ¿es este su libro sobre el tema?
No, no es un libro sobre el amor, sino sobre el enamoramiento, sobre ese estado, esa conciencia. Y sobre la impunidad, sobre que los muertos vuelvan, sobre la sospecha, sobre la posibilidad de no acabar de saber nunca las cosas, porque la verdad siempre es maraña... Mis libros nunca son de un único tema.
No hay ni una sola frase que permita acusarle de cursi...Creo que no debe de haberla, no, y tampoco se me podrá acusar de lo contrario, de truculento o cínico. Yo escribo para, simplemente, mirar las cosas con normalidad. Sin apriorismos.
La narradora, María Dolz, trabaja en una editorial. Eso le permite una visión muy cercana y humorística sobre editores y escritores...
El mundillo editorial es un breve capítulo. Lo normal es que si alguien trabaja en el mundo editorial no tenga ninguna mitomanía con los escritores, a los que trata de cerca y ve sus flaquezas y mezquindades, así que los ve con poca veneración y respeto. En ese sentido, sí, hay comentarios desdeñosos y burlones hacia los escritores y los editores, incluso alguna broma sobre alguien que podría ser yo mismo, cuando ella dice que todavía hay algunos pirados que escriben a máquina y luego hay que escanearles los textos.
¿A usted le escanean los textos?
Sí, andan locos con eso. Escribo a máquina electrónica. Me lo toleran a estas alturas porque ya soy veterano, y porque soy yo, si fuera un joven que empieza, no me lo permitirían...
Hay un escritor obsesionado con el Nobel, para el que usted ha sido a veces candidato...
Es un escritor que ya ha memorizado en sueco lo que le soltará al rey Carlos Gustavo en la ceremonia. No se parece mucho a mí...
Y hay un editor catalán...
Todo eso forma parte de la caracterización del personaje de la narradora, es su entorno laboral.
Hay otros libros dentro del suyo, una novelita de Balzac, el Macbeth de Shakespeare, obras de Cervantes, el diccionario de Covarrubias... Son como personajes de papel.
Sí, habrá lectores de mi novela que tengan curiosidad por ese librito de Balzac y, en una especie de guiño, he decidido publicarlo en mi Reino de Redonda, con una buena traducción. Esa novela es un buen ejemplo de algo que no se da en la vida: que un muerto vuelva, regrese o resucite. En Los tres mosqueteros hay también una muerta que resultó no estar muerta. En la literatura se dan varios ejemplos de eso, tan extraño en la vida real. ¿Qué sucedería si volvieran los muertos que hemos llorado y cuya marcha nos ha dejado desolados? En la novela de Balzac vemos que esa vuelta puede ser mayor motivo de desolación que su propia muerte.
Como articulista es usted muy tajante, pero como novelista resulta enormemente sutil. Es un gran contraste.
En mis novelas hay muchas ambigüedades, mientras que como articulista el que interviene es el ciudadano Javier Marías. En las novelas el ciudadano no entra ni sale, escribo bajo una máscara, la del narrador. Ahí todas las actuaciones caben y no hay por qué juzgarlas. Una novela es lo contrario de un juicio. A un juez no le puedes explicar los problemas que tenías con la persona que has matado, eso es irrelevante, no viene al caso, pero en las novelas es procedente, porque no se juzga nada, se asiste a los hechos; detesto las moralejas. La novela permite comprender las contradicciones y las ambigüedades morales en que a menudo nos encontramos, uno puede pensar algo determinado y actuar de modo totalmente contrario a ello.
Otro tema es el de la verdad, de hecho en su libro no se acaba de saber bien lo que ha pasado...
No del todo. Da la impresión de que sí se sabe, pero quedan elementos dudosos. Mis novelas están narradas en primera persona desde hace ya muchos años. Y el que cuenta no siempre cuenta toda la verdad, cuenta interesadamente, no es el oráculo sino un personaje como cualquier otro, que a veces oculta algo para no quedar demasiado mal, y a veces no ha querido saber algo a ciencia cierta. Con lo cual el lector se queda sin saberlo. Mi narrador no es omnisciente, no se mete en las alcobas de los matrimonios ni asiste a las batallas desde arriba.
La bruma que envuelve a la realidad, dice un personaje...
Todo, al final, se vuelve relato, y apenas se diferencia lo acontecido de lo inventado. En el fondo, todo nos llega de manera relatada. ¿Qué es lo real? Si usted me cuenta su vida, la voy a escuchar de manera similar a como oigo un relato cualquiera, y no importa mucho que pertenezca a la realidad o que sea ficticio, la manera en que algo queda flotando en nuestra memoria es muy similar, todos los hechos acaban reducidos a narración.
Sus novelas están escritas a dos velocidades, la de la reflexión y la de la acción. Y da la impresión de que usted sabe cómo detener el tiempo…
Así es como escribo desde hace mucho, ahora se cumplen 40 años de mi primera novela, publicada en 1971, diecinueve años tenía... No es que sea viejísimo, pero sí muy veterano, más que Eduardo Mendoza, que es mayor, pero debutó en 1975. Mi primera novela era casi toda acción, muy rápida, con mucho diálogo y cinematográfica, pero ahora no, ahora hay más reflexión que acción, siempre interrelacionadas. Esta novela no es sencilla, tiene complejidad, pero la historia es casi esquemática si la compara con Tu rostro mañana y sus 1.600 páginas.
De hecho, la trama casi parece de novela negra.
Hombre, todo se puede reducir a eso, hay una muerte y no está muy clara, ciertamente, pero la tonalidad del libro no es esa. Los argumentos en el fondo son los mismos para todo. Para Shakespeare y para un culebrón. Lo importante de una novela no son los hechos sino las posibilidades y las ideas que nos inocula. Lo que importa es el tratamiento, la escritura y la hondura. Shakespeare está lleno de asesinatos, traiciones, venganzas, incestos... Todo puede ser cualquier cosa.
Cumplirá 60 años y lleva 40 escribiendo. ¿Balance?
Tengo mucho contento de haberme dedicado a escribir, pero... en cualquier otro oficio, zapatero, profesor, uno va ganando confianza a lo largo del tiempo, sabe que tiene unos recursos. En cambio, a mí me pasan los años y siempre tengo la enorme duda de si lograré acabar la novela o de si será una patata.
¿De verdad?
Hasta el punto de que, al acabar Los enamoramientos, a la primera persona que la leyó le pregunté, tembloroso: “¿Tú la ves publicable?”. Ni siquiera de eso estaba yo seguro. Y eso es muy pesado, llevar cuarenta años haciendo esto, he escrito una novela cada tres años, y aún estamos en estas...
Pero si usted ya forma parte de la historia de la literatura...
La posteridad siempre me ha parecido ridícula, y en estos tiempos más todavía. Todo dura cada vez menos, todo se hace viejo más rápidamente, es particularmente absurdo pensar que algo tenga durabilidad.
También habla en su libro de la paternidad...
Yo no tengo hijos, pero imagino que un padre ve la perplejidad de su niño ante las cosas y que eso le da pena. Que le dan pena sus expectativas y sus pequeños chascos, sus preguntas tan lógicas, y sobre todo ver que nadie puede hacer nada por ellos, y sentir que es injusto que cada generación pase por los mismos disgustos y sufrimientos que la anterior, más o menos eternamente.
¿Y qué dice de su primera narradora mujer?
No me ha costado nada. Solamente tenía una antes, en un cuento de diez o doce páginas, una chica que se presentaba a un papel de una película porno. Mis narradores masculinos no son psicologistas ni introspectivos, no miran en tanto que varones, sino que simplemente llevan pantalones y se fijan en las piernas de una mujer, y aquí la narradora lleva sostén y se fija en los hombres, pero a la hora de hacer lo que hace un narrador, que es observar y reflexionar, las diferencias entre hombres y mujeres no son grandes. Me irrita que se hable de la mirada de la mujer, de la sensibilidad femenina; lo dicen feministas, pero me parece una frase terriblemente machista, porque hay tantas sensibilidades femeninas como mujeres hay en el mundo. De hecho, he visto quejas de que en las novelas aparecen mujeres que son simplemente la mujer o la novia de alguien y que no se sabe ni a qué se dedican. Pues yo he dejado aquí a propósito en una nube a qué se dedica el personaje masculino principal, Díaz Varela, hubiera podido aclararlo en una frase, pero no, no lo he hecho, para dejar claro que eso no importa.
¿El profesor Francisco Rico ha leído la novela?
No. Si la quiere leer, que se la compre. Ya le he anunciado que vuelve a salir como personaje. Bueno, en fin, creo que se la regalaré...
Protagoniza algunos de los momentos más divertidos...
Ya lo he sacado tres o cuatro veces, al principio cambiándole el nombre. Pero él estaba harto y quería salir como Francisco Rico. Me dijo: “Si hablas del museo del Prado, dices ‘el museo del Prado’, no del Pardo; pues yo, lo mismo, como una institución”. Ya es como una marca de fábrica mía, con sus grandes gafas, su elegancia negligente, algo inglesa, algo italiana, y su actitud entre indolente y mordaz, con esa mirada melancólica de un hombre que, sintiéndose ya pasado, deplora tener que entenderse con sus contemporáneos aunque, eso sí, tirando tejos teóricos a las mujeres en cualquier circunstancia.
Hay un momento en que pierde la compostura...
Sí, claro, es que ve que alguien tiene una edición del Quijote que no es la suya...
¿Sigue usted fumando tanto como él?
Sí, me dice el médico que sería hora de dejarlo. Ya lo sé, ya lo sé, pero es que si no fumo, no escribo...
La Vanguardia.com
Entrevista a Javier Marías
Muy interesante la entrevista de Javier Marías, es todo un personaje y un grandísimo escritor, ha sido un gran placer leer su libro, creo que será una reunión, con mucha enjundia.
ResponderEliminarBesos y gracias
María
Gracias a tí María!
ResponderEliminarHe seleccionado varias entrevistas y reseñas, las que me han parecido mas interesantes, todas relacionadas con la publicación de "Los enamoramientos", las iré publicando todas antes de la reunión, espero que os resulten de interés! Yo también creo que que tenemos material para una gran tertulia, ya lo estoy deseando!!
Un beso.
¡Que hermosa la reunión de anoche! GRacias David por tus importantes aportes para el debate.
ResponderEliminarBEATRIZ.
Gracias a ti Beatriz y a todos los demás que hacéis posible que mes a mes sigamos mejorando y disfrutando de tertulias apasionantes, además de vuestra amistad que es lo mas importante! Un beso y gracias por tu esfuerzo para participar en el blog!
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